Las heridas emocionales son aquellas improntas o programaciones que viven en tu subconsciente controlando muchas de tus decisiones y acciones que lejos de permitirte avanzar, te frenan, te limitan y estorban.
Estas heridas emocionales fueron creadas durante tus primeros años de vida, cuando el entorno y las personas que compartían espacio contigo fueron marcando en ti una falta de seguridad, reconocimiento, apoyo, amor, etc.
Los padres con su presencia, ausencia, carácter y propias heridas emocionales desde su infancia, fueron los factores que determinaron tu mayor miedo en la percepción del mundo, y desde ahí, por instinto natural de sobrevivencia, desarrollaste una máscara, es decir una conducta específica como medio de defensa ante ese temor.
Estas son las características principales que según Lise Bourbeau definen las heridas emocionales, te invito a que observes con detenimiento cada una de ellas, y desde un infinito amor a ti mismo logres identificar cuál o cuáles son las que hoy sigues repitiendo, incluso, sin darte cuenta.
Herida de rechazo: Generada desde tu concepción hasta el primer año de vida por el progenitor de tu mismo sexo, la sensación dominante en ti era pánico por lo que desarrollaste una máscara de “huidiza”. Sentías que no tenías derecho de existir.
Herida de abandono: Fue tu progenitor de sexo contrario quien la generó, durante tus primeros 3 años de vida, cuando percibías un entorno carente de afecto lo que desarrolló en ti una sensación primaria de soledad, y te llevó a desarrollar la máscara de “dependiente” para poder sobrevivir.
Herida de humillación: Esta herida es ocasionada por la mamá ya que tu temor principal era a la libertad emocional y mental, durante los primeros 3 años de vida sentías una carencia de libertad, una sensación de humillación debido al control que tu madre ejercía en ti, lo cual te llevó a desarrollar la máscara de “masoquista”.
Herida de traición: El progenitor del sexo opuesto es quien marcó entre tus 2 y 4 años de vida esta herida, ya que generaste una pérdida de confianza, expectativas no satisfechas y mucha manipulación; generó en ti una constante disociación en todas sus formas y la única manera como lograste dejar de sentir ese dolor fue mediante la máscara “controladora”.
Herida de injusticia: Se desarrolló entre tus primeros 6-8 años de edad por el progenitor del mismo sexo, ya que en ese periodo la sensación predominante en ti era que debías ser perfecto, sin errores, te llevó a bloquear tu individualidad, era un ambiente de frialdad y sobre exigencia lo que te llevó a desarrollar la máscara de “rigida”
Una manera sencilla de identificar o confirmar tus heridas emocionales es la auto-observación para que logres identificar cuál es tu conducta dominante. ¿Cuál es esa acción que con más frecuencia repites, que incluso las personas en tu entorno te describen: eres rígido, controlador, dependiente, masoquista o huidizo?
Esta conducta que haz hecho tuya es la que te funcionó por muchos años para poder sobrevivir, pero llegó el tiempo correcto de dejarla atrás, de sanar y transformarte.
Todo proceso de desarrollo personal, toda persona dispuesta a crecer y transformarse debe pasar por la primera etapa de tomar conciencia, puede ser tan doloroso o complicado como la persona se resista. Quizás si estás leyendo este artículo es porque llegó tu momento. El momento de comenzar a reconocerte con luz y sombra, con miedos y máscaras, pero al mismo tiempo con un poder interno ilimitado, con una determinación férrea para sanar tus emociones, tu mente y tu cuerpo.
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